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EL NUEVO TESTAMENTO
El Nuevo Testamento tiene dimensiones menores que el Antiguo. Bajo el aspecto de la redacción histórica, los libros que lo forman están
escritos en una especie de tiempo más breve que los de la Antigua Alianza, está compuesto por veintisiete libros, algunos muy breves. En primer lugar tenemos los cuatro
Evangelios: según Mateo, Marcos, Luces y Juan. Luego sigue el libro de los Hechos de los Apóstoles, cuyo autor es también Lucas. El grupo mayor
está constituido por las Cartas Apostólicas, de las cuales las más numerosas son las Cartas de San Pablo: una a los Romanos, dos a los Corintios,
una a los Gálatas, una a los Efesios, una a los Filipenses, una a los Colosenses, dos a los Tesalonicenses, dos a Timoteo, una a Tito y una a Filemón.
El llamado "corpus paulinum" termina con la Carta a los Hebreos, escrita en el ámbito de influencia de Pablo. Siguen: la Carta de Santiago, dos Cartas de
San Pedro, tres Cartas de San Juan y la Carta de San Judas. El último libro del Nuevo Testamento es el Apocalipsis de San Juan.
Con relación a estos libros se expresa así la Constitución Dei Verbum:
"Todos saben que entre los escritos del Nuevo Testamento sobresalen los Evangelios, por ser el testimonio principal de la vida y doctrina de la Palabra hecha carne, nuestro Salvador. La Iglesia siempre y en todas partes ha mantenido y mantiene que los cuatro Evangelios son de origen apostólico. Pues lo que los Apóstoles predicaron por mandato de Jesucristo, después ellos mismos con otros de su generación lo escribieron por inspiración del Espíritu Santo y nos lo entregaron como fundamento de la fe: el Evangelio cuádruple, según Mateo, Marcos, Lucas y Juan" (Dei Vorbum, 18).
En cuanto a los restantes libros del Nuevo Testamento, la Constitución conciliar Dei Verbum se pronuncia del modo siguiente... "...Estos libros, según el sabio plan de Dios, confirman la realidad de Cristo, van explicando su doctrina auténtica, proclamar,
fuerza salvadora de la obra divina de Cristo, cuentan los comienzos y la difusión maravillosa de la iglesia, predicen su consumación gloriosa"
(Dei Verbum, 20). |
HISTORICIDAD DE LOS EVANGELIOS Dada la índole especial de los evangelios que hacen confluir en la persona de Jesús la confesión de fe y las referencias históricas, resultan indispensables algunas pautas o criterios hermenéuticos que permitan dilucidad lo histórico y distinguirlo de lo confesional, y ello, en beneficio tanto de la clarificación de la propia fe cuanto del personaje histórico y de su propia circunstancia porque los evangelistas ni inventan la fe ní fantasean sobre la vida de Jesús. Todo esto se hace tanto más necesario cuanto que la misma finalidad de los evangelios es proclamar la vivencia del resucitado y transmitir la buena noticia. Y este acucio en rescatar, distinguiendo, la verdad histórica resulta apremiante, porque entre las acciones de Jesús se enumeran hechos extraordinarios, milagros destacados y en su predicación se asume una autoridad normativa y tajante que afecta a la conciencia e incluso a la relación con Dios. El testimonio de los autores de los evangelios (todos ellos anónimos) no garantizan la autenticidad sino en cuanto recogen y expresan a la comunidad cristiana, como hemos dicho. Y hay que añadir: tampoco los autores pueden dar razón suficiente de veracidad sino en la medida de su fidelidad a los primeros testigos. Es menester, pues, encontrar criterios histórico-críticos, científicos, hermenéuticos que posibiliten como mínima garantía, una certera, una verdad confrontable. Conviene repetir y subrayar que los evangelios son la resultante de la elaboración de la comunidad cristiana en donde Jesús sigue vivo y presente como resucitado. Y que, desde esta experiencia, se transpola, acomodan e interpretan dichos y hechos de Jesús. Hurgar en su
redacción y deslindar sus sabrosos frutos.
Criterios de historicidad Criterio de testimonios de fuentes extra cristianas. Se encuentran en la historia contemporánea o posterior a los datos evangélicos testimonios no-cristianos que corroboran sus afirmaciones, tales testimonios confirman la historicidad de los datos de los evangelios. Lo cierto es que estos testimonios son escasos. Se debe a que la figura histórica de Jesús interesó poco a los redactores de los anales del Imperio. Y también a la perdida de una gran parte de los escritos antiguos en destrucciones de documentos y bibliotecas. Pese a todo, no faltan algunos significativos, como los aducidos por Suetonio o Plinio el joven ó el mismo Flavio Josefo en su obra Antiquitates iudaicae, sin descontar el Talmud. El que más aporta es el testimonio de Tácito en sus Anales en tiempos del emperador Trajano: |
"El fundador de este nombre, Cristo, había sido ejecutado, bajo el gobierno de Tiberio, por el procurador de Poncio Pilato. Pero la corruptora superstición, reprimida por el momento, volvió a resurgir, no solo en la región de Judea donde había nacido aquella perdición, sino también en la ciudad de Roma, a donde confluyen y donde encuentran aceptación cuantas cosas hay de bárbaras y escandalosas". |
![]() Coincide con los Evangelios en: Por ejemplo, el hecho "ejecución de Jesús por el procurador romano Poncio Pilato", permite cifrar la muerte de Jesús entre los años 26-36 que fueron los que gobernó Pilato en Judea y Samaría. Criterio de concordancia (o divergencia) socio-cultural. Todo cuanto en los evangelios coincide (o difiere, pero los supone) con las costumbres, formas de vida social, manifestaciones religiosas y desenvolvimiento cotidiano de lo que se conoce o constituye el contexto del s. I del judaísmo palestino, tiene validez histórica: - Los datos convergentes son numerosos y extractables hasta tal punto que
constituyen la atmósfera envolvente para rescatar la figura histórica de Jesús. Así, lo referente a los hábitos de los diversos grupos sociales y
religiosos ( saduceos, fariseos, esenios, Qumrám, zelotas, etc…), la organización del poder romano y su política, el templo de Jerusalén y su relevancia
religiosa y orgánica, los derechos de la mujer, la mentalidad judía respecto a la enfermedad, las expectativas religioso-políticas ante la venida del
Mesías, etc. Criterio de contradicción o contrariedad en la presentación de Jesús y de sus discípulos. Todo lo que en los evangelios atente contra la fama u oscurezca la buena imagen de Jesús o de sus seguidores, tiene fundamento histórico cierto. Criterio de contextualidad en la redacción de los evangelios. Cuando palabras o dichos de Jesús no pueden ser deducidos del judaísmo o atribuidas a las primeras comunidades de donde surgen los evangelios, se trata de un material básico, de un sustrato original: proceden de los labios del hombre Jesús. Han resistido a la labor redaccional de las comunidades. Por ejemplo: Hay dos expresiones, fórmulas o palabras en las que historiadores y exegetas están de acuerdo en afirmar que fueron pronunciadas por Jesús, y son "Abba" (en arameo, diminutivo de padre) y "Reino de Dios o Reino de los cielos" (en Mt). En ambas expresiones se cifra, correlativamente, la imagen de Dios que Jesús tiene (su trato tan singular y pleno de confiada ternura) y la imagen del hombre que Jesús quiere (que se realice en justicia y fraternidad, como causa de Dios y utopía humana). El Reino es el centro de la predicación de Jesús. Y, en consecuencia, todas aquellas palabras que en los sinópticos (Juan apenas si utiliza esta expresión) se refieren a Él, tienen también una gran proximidad al modo de enseñar de Jesús, aunque las parábolas no sean taxativas. Otras frases o dichos tienen o pueden tener también su origen irreductible (como ipsissima verba) en Jesús.; Como ésas que salen fuera del contexto de la confesionalidad de las primitivas comunidades en la divinidad de Jesús: "¿ Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino Dios". "No son los sanos los que necesitan médico), sino los enfermos". "A vinos nuevos, odres nuevos", o, como se verá, "hijo del hombre". Fuera de toda duda, resulta posible elaborar un perfil de la persona y de la personalidad de Jesús de Nazaret y situarlo en su tiempo y en confrontación con su circunstancia. La Constitución conciliar pone de relieve de modo especial la historicidad de los cuatro Evangelios, Dice que la Iglesia hoy "afirma su historicidad sin dudar", manteniendo con constancia que "los cuatro ... Evangelios... transmiten fielmente lo que Jesús, el Hijo de Dios, viviendo entre los hombres, hizo y enseñó realmente para la eterna salvación de los mismos hasta el día de la Ascensión (cf. Act 1, 1-2)" (Dei Verbum, 19).
Autenticidad de los Evangelios Los evangelios son incomprensibles sin la comunidad cristiana, sin la iglesia. De ella surgen, en ella se nutren y a ella expresan y
comprometen. EL círculo hermenéutico se completa: nacen de ella como su identidad y retornan a ella como a su espejo crítico. Criterio de autenticidad.- Los utilizados por la comunidad cristiana como garantía de identidad, pueden resumirse en
estos dos: A.- El origen apostólico de los escritos: si entroncan con lo transmitido y enseñado por los apóstoles y
discípulos. El principio de no-identidad o de rechazo de un escrito se resume en esta o parecida fórmula: "no hemos recibido nada semejante". Pablo recuerda
a la comunidad de Galacia: "Aunque viniéramos nosotros mismos o viniera del cielo un ángel para anunciaros un evangelio distinto del que os hemos
anunciado, sea maldito. Lo que ya os tenía dicho antes, ahora os lo repito: si alguien viene con un evangelio distinto del que vosotros recibisteis, sea
maldito" Ga.l, 8-9 Los Evangelios llamados apócrifos.- Ya a mediados del siglo II comienza la proliferación de evangelios que se irá
incrementando hasta el siglo IV, y que han recibido el nombre apócrifo. Dos grupos de evangelios apócrifos son perfectamente distinguibles: Entran así, en clara confrontación con lo transmitido por los cuatro evangelios y cuestionan los cimientos mismos de la fe cristiana. Y, por supuesto, se autoproclaman destinatarios privilegiados y en exclusiva del mensaje revelado. En 1.945, poco después de finalizada la guerra y de manera fortuita, un campesino egipcio de Nag Hamadi, al excavar, tropezó con una vasija de un metro de altura, cuyo contenido era nada menos que un conjunto de 52 textos casi todos gnósticos. Eran traducciones copias que detan del s.IV, pero referidas a otras más antiguas escritas en griego. Este hallazgo daba origen a la biblioteca de Nag Hamadi, una verdadera revolución en torno al conocimiento del gnosticismo. Entre esos escritos, los más antiguos y relevantes son: El evangelio de Tomás, El evangelio de Felipe, El evangelio de la verdad, El Evangelio de María, subtitulado El libro del Gran Espíritu Invisible, El libro secreto de Santiago, El libro secreto de Juan, que dice revelar los misterios y las cosas escondidas en el silencio que Jesús enseñó a su discípulo Juan. Estos evangelios, eminentemente doctrinales y que no hablan de los
hechos y acciones de Jesús, plantean una visión distinta del cristianismo que comenzaría en el conocimiento secreto (y no en la fe), que monopolizarían unos pocos con la consiguiente exclusión de la inmensa mayoría (el universalismo cristiano, su nota de catolicidad queda así desvirtuada).
El texto de los Evangelios.-Una cuestión final que afecta a la autenticidad material de los evangelios consiste en la referencia a sus origínales: los textos actuales que manejamos, en qué se sustentan o se fundamentan. Sucede con los evangelios lo que con todos los libros de la antigüedad: no se poseen los textos originales. Sólo copias. Sirvan de ejemplos ilustrativos; el manuscrito más antiguo que se posee de las obras de Homero es del siglo XIII; el texto de las tragedias de Sófocles se basa en un manuscrito del s. IV; los célebres Diálogos de Platón llegan en manuscritos que tienen trece siglos de distancia con la vida del autor. De los evangelios, como de ninguna otra obra, se poseen miles de manuscritos, muchos de ellos muy antiguos. El fragmento más antiguo del evangelio de Juan data de mediados del siglo II. Estos manuscritos son de papiros o de pergaminos y se presentan en rollos o pliegos cosidos que forman los códices.
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