Málaga |
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Las palabras de Jesús a uno de los diez leprosos curados que vuelve agradecido, “Levántate, vete; tu fe te ha salvado” (Lc 17, 19) han sido el referente para la campaña de este año, ampliado el lema con el título “el poder curativo de la fe”. En éste y en otros relatos de curación, la fe suscita y alienta en el enfermo una confianza espontánea en el poder del Señor.
El encuentro con Jesús transforma radicalmente su vida, y “la salud
recuperada es signo de algo más precioso que la simple curación física, es signo de la
salvación que Dios nos da a través de Cristo”. Dios inauguró la historia dando vida y el
camino que ha recorrido el hombre es historia de salvación. En este camino, desde la
vertiente de Dios, ha sido una expresión constante, ratificada una y otra vez, de su pasión
por la vida, de su defensa de la vida frágil y amenazada, y de su designio de salvación que
abarca todas las dimensiones de la persona. La expresión máxima de su amor a la creación es
la nueva alianza sellada en Cristo, acontecimiento que coloca nuestra vida en un nuevo marco
en el que estamos llamados a vivir como hombres nuevos. La Pascua de Cristo que celebramos
con gozo en este tiempo, es el signo definitivo del Amor del Padre y el culmen de la
Salvación: “He venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10,10). Estamos
llamados a la plenitud. Pero en la vida, la salud humana es siempre vulnerable, a causa de
la enfermedad, del desgaste, del envejecimiento y de la muerte. Por eso, tarde o temprano
surge la pregunta: “¿qué sentido tiene sufrir?” “¿qué va a ser de mí en ese trance?”,
“¿qué hay después de esta vida?” Jesús anuncia que la salud que él ofrece es signo y parte
de una salvación más total porque es definitiva. Se prolonga y se hace plena más allá de la
muerte. “La enfermedad y el sufrimiento se han contado siempre entre los problemas más
graves que aquejan a la vida humana. En la enfermedad, el hombre experimenta su impotencia,
sus límites y su finitud”.
La enfermedad constituye una crisis global para el ser humano y una
prueba para la fe. Es una experiencia singular que afecta a lo más íntimo y sagrado de la
persona. Provoca un gran silencio interior en el que van brotando los pensamientos, los
sentimientos, preguntas que buscan una razón de lo que nos pasa pero que no tienen fácil
respuesta. Es una de las situaciones límite de la vida que nos lleva a encontrarnos con la
verdad de nosotros mismos, de los demás y de Dios. Pone a prueba nuestra fe: puede
destruirnos o ayudarnos a crecer y madurar, encerrarnos en nosotros mismos o abrirnos más en
profundidad a los demás, alejarnos de Dios o acercarnos más a Él y purificar la imagen que
de Él tenemos. Es la confianza que descansa en el amor de Dios y que nunca defrauda. Vivir
la enfermedad y la muerte no es fácil humanamente. Vivir la fe en ellas, tampoco. Por eso,
hablar del poder saludable y terapéutico de la fe, desde la experiencia de la enfermedad con
todo su realismo, es recordar que son muchas las personas que, en la enfermedad y en la
cercanía de la muerte, encuentran en su relación confiada con Dios, en la oración, en los
sacramentos y en la pertenencia a la comunidad cristiana, alivio, consuelo, paz, sosiego,
nuevas fuerzas y nuevas razones para seguir adelante.
Cuando la fe se vive de verdad, sana, cura, salva y se convierte
en fuente de salud. Pues la fe ayuda a afrontar la enfermedad con realismo, infunde aliento,
coraje y paciencia en la lucha por la curación, o para asumirla con paz con todas sus
consecuencias. Desde la fe se encuentra el ánimo para emprender la importante tarea de ir
recomponiendo la vida y descubrir las nuevas posibilidades de ser útil, de iluminar y llenar
de sentido la existencia. Apoyados en la fe recuperamos la comunicación con los demás, la confianza en el Padre y
una nueva capacidad de seguir amando a Dios y a los hermanos aun en medio del dolor. Esta
experiencia de fe que comunica serenidad, paz y esperanza, que consuela en la angustia y
fortalece en la inseguridad, ayuda a sobreponerse ante la situación irremediable y a
asumirla con entereza, poniendo confiadamente la vida en las manos amorosas del Padre y a
confiarle nuestro futuro........
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